El grito de socorro de nuestro alcalde está, desde luego, justificado. Desde hace años el colapso veraniego de las infraestructuras de Xàbia y el deterioro del medioambiente en tierra, mar y aire demuestra que nuestro pueblo ha traspasado los límites de su capacidad. Y no hace falta sumergirse en el mar para ver el desastre (ver foto de este 28 de agosto en La Lluca): bosque destrozado, playas en las que no cabe nadie a partir de las diez de la mañana, calles y carreteras abarrotadas y apogeo de botellón y fiestas ilegales.
Lo curioso del caso es que esta situación le parece sorprender al señor alcalde. Pero, ¿qué esperaba? Con la única propuesta de turismo de sol y playa, la construcción como motor económico cuando no es semana santa o verano, ¿no es lógico que cada vez vengan más turistas?
Porque a un precio promedio de 2.500 euros por metro cuadrado no se construyen viviendas, sino residencias turísticas que evidentemente no son para las camareras o los jardineros que viven o trabajan aquí sino para la gente que también se trae su barco de vacaciones. Y el Plan General prevé 300 nuevas casas al año: un plan continuista de los años 70 que estipula una persona por vivienda (en España son 2,5/vivienda lo que significa que para satisfacer el crecimiento de, por ejemplo 10.000 de la población residente, en España se construyen 4.000 viviendas mientras que en Xàbia serían para la misma previsión, 10.000). ¿Habrá solo una persona en cada chalé en verano?
Mientras el parque de residencias turísticas –que es lo que se construye aquí- sigue creciendo, la presión y la masificación turísticas seguirán aumentando. No es ciencia aeronáutica, sino matemáticas básicas. Quien siembra vientos, recoge tempestades y el PSOE del señor Chulvi ya lleva sembrando en el Ayuntamiento de Xàbia desde 2004.